Maquiavelo de andar por casa

Los que me conocen en persona suelen definirme como una persona afable y de trato agradable, abierto y sincero de palabra, cariñoso y comprometido de gestos. Buena gente, en definitiva.

Se equivocan.

Es todo fachada.

Soy un persona ruin y malévola.

Sólo una mente maquiavélica como la mía hubiera perpetrado un plan tan perverso: dedicar un artículo a los amigos de tu padre sabiendo que su sensiblería sesentona sólo podrá traerte beneficios.

Ya llegó el primero: soy el invitado de honor del próximo almuerzo de «caminants».

Toma ya. Y sin levantarme de la silla.

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