
A veces me enfurruño, me ofusco, me atasco. Ando atribulado con mis problemas mundanos. El cálculo me mata. Pensar en los siguientes movimientos de la partida. Adelantarme al futuro. Error. Tom Petty ya lo cantó. La mayor parte de las cosas que me preocupaban nunca llegaron a suceder. A veces hasta me quitan el sueño. A mi Santa no, bendecida con dormir bien. Con la noche aleja sus problemas. Junto con el Instagram del Hola. Y Carmen Mola. Mierda de la buena. Narcótico puro.
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A veces tomamos decisiones inesperadas, irracionales. Se lo leí a Terrés que se lo leyó a Jabois que lo leyó en El Mundo. El drama de unos padres con un hijo en silla de ruedas. Tras años de adaptar su casa le diagnosticaron cáncer de garganta. 16 años. Le quedaban semanas de vida y la rampa por hacer. Desolados, apostaron por lo absurdo (y hermoso): construirla. Les ayudó todo el vecindario. Nadie sabe cómo, pero el chico mejoró. Y vivió un año más. Y llegó a usar la rampa.
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A veces pienso que me preocupo demasiado. Por naderías. Que no son problemas reales. Que las malas noticias nunca avisaron. Como mi cólico nefrítico. Que lo que tenga que venir ya vendrá. A veces me escondo por casa. Me aparto premeditadamente. Y escucho. Las risas. Las carreras. Los juegos. A la hora de la ducha escondido les observo. Oigo la negociación. Ahora guardamos los juguetes. Le decimos adiós al agüita. Nos secamos. Y ahora qué. A quién llamamos. Y responde: papá.
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Entonces se me pasa la tontería.