Nos sentíamos un poco como el que se cuela en un club privado. Pero, allí estábamos, en la playa de Valdevaqueros, disimulando, fotografiando a los modernos haciendo kite. El verano pasado, cuando iniciamos la road movie por la costa de Cádiz, Tarifa siempre había estado marcada en rojo. Alcanzar la frontera imaginaria entre Atlántico y Mediterráneo. Vislumbrar África a lo lejos. Hacernos pasar por surfistas. No éramos tan guapos ni morenos, pero actitud no nos faltaba.
*
¿Perdona, nos haces una foto? Cuando quise girarme ya estaba atrapado por tres treintañeras largas que jugaban a ser veinteañeras. Estas me han visto con cámara y ya se creen que soy profesional. Mi Santa, como si no fuera con ella, se apartó un par de pasos. Quería reírse a distancia del gañán. Mira, así nos gustaría la foto: tumbaditas, de espaldas, que se vean difuminados los kitesurfs. Luego probamos también con las piernas hacia arriba. Ayer es que nos la hizo una chiquilla, pero era demasiado joven. Vaya. No me atreví a preguntarles por mi edad.
*
El book fue bien, aunque me sentí un poco Alfredo Landa. Quedaron satisfechas. Iban a lucir un buen postureo en Instagram. Me dieron las gracias. Qué artista estás hecho. Ahora le haces a tu novia una igual. A tu novia.
*
Hoy hacemos nueve años casados.