No. A mi tampoco me encandiló el bailecito cogidos de la mano de la cúpula valenciana del actual PP en el acto «Un concierto para los conciertos». Nos hizo un flaco favor estético. El domingo, lo que se pretendía era visualizar la (gran) movilización en pro de la escuela concertada en la Comunidad Valenciana pero, en algunos ámbitos, lo que acabó viralizándose fue esa pobre coreografía política (por cierto… ¿González Pons no sabe llevar un simple ritmo de palmas?).
Y, sí. También me sobraron tantas banderas sindicales. Su función (importantísima) es defender los derechos de los trabajadores. Debían estar presentes (igual que cualquier político, tenían todo el derecho a asistir) pero, quizás, a base de banderas, acapararon visualmente un acto donde los únicos protagonistas debían ser las familias y su derecho a decidir.
No le conviene a la Concertada etiquetas de ningún tipo. Las 40.000 personas del domingo (y el mandato constitucional de poder educar en valores) deberían hablar por sí solas.
Pero, gustos personales aparte, lo más sangrante del domingo fue leer adjetivos como «egoístas» o «elitistas» por parte cierto sector ciudadano o seguir escuchando en los partidos términos como politización e ideologización para atacar al bando contrario cuando todos la practican. Una vez más, los presentes y futuros alumnos son las víctimas civiles de su guerra política.
De nada sirve (y hablo en primera persona, de la realidad concreta que yo sí conozco) trabajar tantísimo, abrir tantos proyectos de innovación educativa, de acompañamiento personal, nuevas tecnologías, idiomas, deporte, salud o medio ambiente si, luego, por una burda interpretación numérica y una compensación política de aulas vacías, todo salte por los aires.
Y, claro, así no hay quien nos quite la cara de tontos.