Quizás, el titular es demasiado impactante para lo que expresa el texto. Quizás. Pero seguro que ustedes también tienen la horrible impresión que este verano, a falta de futbolistas y políticos en las portadas, los telediarios han masticado violencia y toros. En crudo. Así nos los hemos encontrado cada día en el plato. Y con sus pesadas digestiones.
Obviando el interminable debate taurino, mi probable subjetividad juraría que el amarillismo se ha convertido en una tendencia cada verano: violencia, sucesos, alarma social, noticias de detenciones, accidentes, sensacionalismo de textos y titulares… A falta de otras noticias, han tomado protagonismo. Como si la violencia fuera para el verano.
Y, claro, la sobreexposición provoca contagio. La muerte de las dos jóvenes en Cuenca empujó a la movilización tras la joven «desaparecida» al finalizar el Rototom. Los casos de violencia de género han homogeneizado la casuística hasta obviar, por ejemplo, la enfermedad mental del batería de Los Piratas, al parecer, víctima y verdugo de su suceso. Y, todo, en tiempo real. Desde los lloros de los familiares a los disparos de un periodista fuera de sí.
Y yo, personalmente, estoy harto.
Y no, porque haya que esconder estos dramas (otro asunto sería el exceso de publicidad). Ni porque hayamos vivido de cerca este verano un trágico accidente. Ojalá fuera tan fácil.
El germen de la violencia sigue sin aparecer en los titulares del verano. Seguimos gritando, insultando y castigando como único recurso. Seguimos comprando pistolitas a nuestros hijos. Seguimos sin preocuparnos por el exceso de video consola. La restricción de edad en videojuegos y películas no van con nosotros. Ni nos preocupa.
Y la violencia no es sólo para el verano.