Quien me conoce bien sabe que no soy rencoroso ni vengativo. Pero tonto tampoco soy. Justo este mes se cumplen tres años del inexplicable cierre de Aldaia Ràdio, la emisora donde dejé (casi) 10 años de mi vida. Fue una gran experiencia y, a largo plazo, me hicieron un favor, que digo, un gran favor. Pero, en su momento, fue una puñalada trapera y falta de honor. Se lo puedo asegurar. De esas que duelen.
Hoy, en plena desbandada general, ha dimitido el cuarto concejal de ese mismo equipo de gobierno. El mismo equipo que me obligó a cubrir en directo el Pleno donde decretaban el cierre de la emisora y mi despido. El mismo que ahora, por lo bajini, intenta reabrirla.
Saquen ustedes sus propias conclusiones.