Vacuna contra la indiferencia
Era lo más previsible. Con 75 años, infectado de ébola (contagiado por atender al propio director del centro hospitalario de Monrovia) y tras demasiados días sin mayor atención que paracetamol e ingesta de líquidos, el padre Miguel Pajares ha fallecido hoy. Olvídense ya del coste del traslado, de sueros experimentales. Qué más da. No ha servido para nada.
O sí. Para avergonzarnos. Porque sólo hemos mirado a África, a Liberia, al ébola, al subdesarrollo, cuando nos ha salpicado, cuando ha llegado el pánico irracional, el miedo al contacto. Porque el hambre parece ser que no se contagia. Y nuestro pudor ya se ha acostumbrado a las duras imágenes que, a veces (sólo a veces) saltan desde el televisor. No se preocupe, si aun le provoca algún sentimiento contemplar a un niño famélico puede cambiar de canal y solucionado.
Porque el ébola no es el problema, sino la consecuencia. Y la mejor cura para esta enfermedad no está en los hospitales. Sino en usted y en mi. Y en los dirigentes mundiales. Trabajar por el fin del subdesarrollo en gran parte del planeta es la mejor vacuna.
Con unos pocos recursos económicos y mucha dedicación, esas zonas olvidadas por el mundo rico se llenaría de educación y higiene, precisamente los factores que consiguen que enfermedades como el ébola sean menos factibles.
¿Alguien tiene vacuna contra la indiferencia?