El culo del mundo

Cuarenta y cinco días. Siempre que visito el arranque de 2012, con sus cuarenta y cinco días primeros días, esa cifra en la que uno (o, por qué no, dos) puede pasar de un buen porvenir a la cola del paro, me descubro pensando que el tortuoso camino siguiente, el que llega hasta hoy mismo, fue para mejor.

Paralelamente, poco tiempo después, Andreu Buenafuente (qué ironía) sufría un desencanto parecido. Programa cancelado y expediente de regulación de empleo para su empresa. Por primera vez, tras treinta años de profesión, no sabía como encarar su futuro. Yo, con sólo diez, estaba en las mismas.

A la vuelta del verano, tres meses después, mientras yo tragaba con todo mi orgullo con un empleo temporal que, caramba, nunca hubiera imaginado, Andreu iniciaba un viaje al culo del mundo, persiguiendo el correo electrónico de un seguidor argentino, preguntándose que es eso de la comedia.

Durante ese periplo, él lo filmó todo.

Yo, por suerte, no.

Han pasado dos años de ambas travesías y, hoy, ambos disfrutamos de nuevas experiencias. Algún día algún psicoanalista me descubrirá cómo de escondido y profundo reside ese sentimiento de frustración (el que se te adhiere al corazón cuando todo se desmorona y sabes que no tienes culpa de nada) para que lo visite con tanta asiduidad.

Quién sabe, quizás, por ello, tenga tantas ganas de visionar «El culo del mundo», el viaje-documental de Andreu al corazón de la comedia.

Quién sabe, quizás sea porque, en ambos casos, pese a todo, la risa nunca desapareció.

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