Doce segundos exactos. El tránsito entre haz y haz de luz del Faro Polonio de Uruguay, en el Océano Atlántico. El periodo oscuro entre destellos al que cantaba en 2006 Jorge Drexler. Doce segundos de oscuridad que vinieron a mi mente conversando con unos amigos sobre cómo vivir el sufrimiento personal.
Cuánto daño nos ha provocado el happy end de las películas de Hollywood. Hemos creado en nuestro subconsciente atajos mentales para no recordar que hay días grises, que el sufrimiento existe y que, tarde o temprano, nos toca.
¿Qué decir? ¿Cómo insuflar esperanza a quien sufre? Hacia este reto nos interpela constantemente el Papa Francisco. En su reciente Lumen Fidei nos recuerda que “el cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor”.
Teoría y práctica. Difícil, dificilísimo. Por eso, muchos nos emocionamos en noviembre leyendo en Paraula el testimonio valiente de Inma, cómo estaba superando la perdida en un accidente de su marido y único hijo desde la fe. Una luz que no disipa todas nuestras tinieblas, pero, como una lámpara, guía nuestros pasos y esto basta para caminar. Malgrat la boira cal caminar.
Nunca olvidaré el consejo que me dieron ante un golpe duro: para que haya Domingo de Resurrección antes debe haber Semana Santa. La vida no significa sólo disfrutar de la luz, sino también saber afrontar la oscuridad. Que lo que importa en verdad son los doce segundos de oscuridad. Sentirse iluminado cuando no hay luz.
Y no olvidar que tras la noche siempre viene el día.
Demos luz a todos los que sufren.
NOTA: Artículo aparecido en el número 1270 de Paraula.