Señalaba Enric González a Ernesto Valverde en una deliciosa conversación que «es mucho más literario perder que ganar». Y más común, añadiría yo. Lo normal no son las grandes victorias sino las pequeñas derrotas.
Por eso, hemos de aprender a saber perder, porque las victorias más importantes se gestan de las cenizas de una derrota. Debemos asumir los fracasos con dignidad y honra. Caminando con orgullo aunque te disparen, aunque sepas que es el final, como el Padre Gabriel en La Misión.
«Te espero cuando todo estalle, porque te llevo en el corazón», canta Quique González en esa preciosidad llamada Delantera Mítica. Debemos encajar los golpes de la vida con resignación, con una media sonrisa, sin recordarlo con tristeza.
Olvídense de los desplantes de Mourinho. Como aquellos irlandeses, brindemos en los funerales, persigamos las causas perdidas, celebremos las derrotas, porque sobre ellas escribiremos nuestras victorias. Apelemos a la épica cuando nos encaminemos hacia el abismo.
Nos fiaremos de Enric González: «Ganar en realidad es bastante estúpido…».
Aunque añada: «…aunque sospecho que debe ser bastante feliz».