«Los periodistas escriben como escriben, no se informan».
Hoy he vuelto a escuchar esta sentencia que tan mal encaja la profesión y que, por desgracia, se ha convertido en un estereotipo habitual. Y, vaya, aunque en la mayoría de ocasiones esta afirmación es errónea, hoy era cierta. Se trataba sólo de un pie de foto, pero no, el Palau Cortina de Torrent no está en El Vedat.
Desconozco exactamente la causa del error. Pero me la puedo imaginar: los recortes. Estoy segurísimo que quien firma el texto tuvo poco y mal tiempo para redactar. Y allí vienen los fallos y las carencias de datos. Cada vez hay menos periodistas en las redacciones. Y las mismas páginas. Esta, nuestra profesión periodística se va al garete porque, entre otras causas, ya no da buenos beneficios, no es una inversión. A todos los sectores ha golpeado la crisis, pero especialmente a una profesión donde siempre ha sido muy difícil trabajar.
Lo reconozco, se me hace muy descorazonador enumerar en voz alta tanto despedido y tanto ERE. La FAPE contabiliza ya 10.000 en cuatro años y, de ellos, 4.800 en 2012. Y siguen. Un ejemplo concreto, fíjense como los redactores de El Mundo en Valencia siguen sin firmar sus noticias. Es su respuesta ante los nuevos despidos. Como bien señalaba ayer Fernando Miñana, «sólo un periodista sabe lo que jode no firmar una exclusiva, una buena entrevista o una columna de opinión. Pero hay prioridades. Valores.»
Así que sí, a veces los periodistas escribimos como escribimos. No les falta razón.
Pero a un herido de guerra no le debemos exigir que dispare con la misma precisión que antes de sangrar.
O igual sí.