Época de crisis, época de oportunidades. Seguro que la frase ya la han escuchado alguna vez. Tiempo de cambio. No lo recuerdo, pero seguro que yo también la he pronunciado en voz alta. Uno se la cree. La relee con optimismo. La repite. Y piensa que por qué no, que igual es el momento de abrir nuevas vías, empezar nuevos proyectos, hacer del problema virtud.
Pero, a veces, necesitamos de ejemplos concretos que nos den ánimos. Si ellos pueden, por qué no nosotros. Y los hay. En plena crisis (profunda, profundísima) de la industria periodística, en pleno cambio tecnológico (¿Papel o pantalla?), la creatividad, los productos más elaborados, la calidad comunicativa, la sostenibilidad económica, se está trasvasando a las revistas especializadas.
Fíjense bien en el aparador de un kiosco la cantidad de diferentes revistas que tiene a su disposición. Allí hay menos crisis y más publicidad que en la prensa diaria. Anunciantes que comprenden la necesidad de enfocar su estrategia comercial a un público definido. Y cada revista tiene un público definido. Todos salen ganando.
De la misma manera que las series televisivas tienen las mejores plumas del cine, las mejores firmas se están yendo, poco a poco, hacia nuestro revistero. Y, con ellos, los mejores contenidos. Revistas con una gran agilidad y flexibilidad para combinar sus ediciones en papel (de buen formato) con sus webs y redes sociales.
Si no son de comprar revistas, les sugiero que lo prueben. Aunque sea una sólo vez.
Les puedo aconsejar las que yo leo asíduamente: Rolling Stone, Cinemanía, Esquire, Orsai, Forbes, Jot Down. Y mi próximo objetivo: Líbero.
Apuesten por la comunicación de calidad.