Lo mejor que le puede pedir un periodista a sus alumnos en sus primeros días de clase es que redacten, narren, argumenten, expresen, que escriban.
Saber leer y a escribir con corrección y estilo no es un hecho baladí. Somos como nos expresamos.
Por desgracia, van a ser pocos meses juntos, por eso, pronto he querido comprobar el estado de la imaginación de mis alumnos a sus 14 y 15 años.
Montañas fantasmas, islas inexploradas, puertas secretas, viajes mágicos, mafiosos, cofres, naufragios, peligrosos desiertos… Qué maravilla de relatos. Las mismas ensoñaciones que tuvimos a su edad, la misma atracción por las aventuras.
Cambian las épocas pero no la imaginación.