Queramos o no, el fenómeno fan lleva consigo la mitificación y todo aquel que alcanza la fama necesita un mínimo boato que acredite lo que es, una superstar. Reconozcámoslo, si no, la cosa no tendría gracia. Nuestros ídolos e ídolas deben tener sus excentricidades, sus secretismos y todas sus milongas. Luego, serán personas corrientes como usted y yo mismo, con sus legañas al despertarse, sus malos días, sus gatillazos, sus migrañas y tal. Pero, eso no nos importa, para eso ya HBO creó El Sequito.
Pero, a mi, al menos, tampoco me gusta el excesivo divismo o el poco acceso público. Por eso, caen bien gente como Love of Lesbian o Lori Meyers. Cercanos, accesibles y con un uso divertido de las redes sociales que nos muestran que, musicazos aparte, son tíos normales con sus risas y penas. En el caso contrario tenemos los futbolistas, pero ese es otro cantar.
Por eso, es de celebrar que, en las últimas semanas, hayamos encontrado dos iniciativas musicales que acercan a público e interprete.
Desde la solidaridad, con Vetusta Morla que acaba de editar un disco que recoge un concierto junto a la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia para recoger fondos para la reconstrucción del conservatorio de Lorca. No se vende en las tiendas. Simplemente hay que ir a su web y descargarlo a cambio de ingresar alguna cantidad (aunque sea 1 euro) para colaborar en la obra.
Desde el arte, con Jorge Drexler que ha compuesto tres canciones desde la aplicación móvil «n», con las que el pueblo llano podemos jugar a combinar las letras, mezclar instrumentos y editarlas. El público es parte del arte y el creador parte del público.
Son dos casos aislados, pero casos certeros.