Doce del doce

Miro el reloj. Llegó el momento. Son las doce y doce del doce del doce del doce. Es la hora exacta. Pasa el minuto. Con sus sesenta segundos. Pero no ocurre nada. Vaya. Me asomo a la ventana. Todo continua en su sitio. Miro la pantalla. No hay noticias más relevantes hoy que ayer. Bueno, Benedicto XVI ha inaugurado un Media Markt. Pero, poco más. Decepción general. No ha ocurrido nada. Pues vaya.

Mientras no digamos basta, volverá a ocurrir. Si no es el 12-12-12, será el 20-12-2012. La cuestión es jugar con las cifras. Y, si no, para eso tenemos a los Mayas, que ya pidieron cita previa. Resulta que el 21 de diciembre de 2012 todo se va a ir al garete. Bueno, si tú me dices cambio de ciclo yo leo fin del mundo. Su nuevo sol (en realidad, una unidad de medida), ha sido interpretado libremente como un cataclismo mundial. Nadie sabe exactamente quién empezó la cadena (posiblemente el mismo que vio «Sorpresa, Sorpresa» aquella noche), pero ahí lo tienen, hasta la mismísima NASA desmintiendo. Que nada de nada. No necesitaba que me lo aclararan, pero gracias.

En mi último viaje a New York (¿he dicho último o único?), vaya qué gracia, también finalizaba el mundo. Pero, ya saben, los americanos saben montárselo mejor que nosotros. Carteles en las autopistas, anuncios en los metros, spots en la tele, una cadena de radio con emisión en directo… a lo grande. Mi Santa y yo, como no podíamos ser menos, marchamos al puente de Brooklyn. Si hay que asistir al fin de la historia de la humanidad que sea desde un buen asiento. Allí, estábamos, sentados mirando a Manhattan. Pero nada. Unos nubarrones negros, una joven latinoamericana celebrando su graduación, lluvia pertinaz y nada más. Ya me imagino el cierre del programa de radio. Pos nada, amiguetes, mañana a la misma hora y en la misma frecuencia.

Pero no es cosa de risa. Las supersticiones pueden ser peligrosas. No tiene nada que ver con las creencias o la fe. Luego nos quejamos de fanatismos, sectas, suicidios, locuras, curanderos y timos. Pero, nosotros, de alguna manera lo propiciamos. Revisen su vida diaria y encontrarán pequeños ritos o supersticiones en su forma de actuar. Somos muy sugestionables. Mézclelo con algún tipo de enfermedad mental y asistirá a un cóctel dañino. Pero, no se preocupen. No es nada que no se pueda remediar con un buen libro. Cuánto bien hace la lectura. Bueno, menos la revista Año Cero. Pero, en general, leer da beneficios.

Así que déjense de chorradas y de calendarios mayas. No necesitamos a nadie de fuera para cargarnos el mundo.

Para eso ya nos bastamos nosotros solitos.

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