Ya se lo decía el otro día. El Follonero despierta pasiones. Vale, buenas y malas, pero pasiones a fin de cuentas. De hecho, el domingo, tras el programa sobre la realidad armamentística del nuestro país, hubo en Twitter debate entre algunos de los que por aquí pululamos. Que si manipula, que si no, que si vaya tela el gasto militar, que si cómo se atreve a decir eso Eduardo Serra, que si vendiendo aviones a Arabia Saudí, que si menudo país que gasta más en armas que en educación…
En uno de los tweets, alguien sugirió que, por estadística, próximamente le caerá palo a la Iglesia, a lo que yo respondí que lástima que, llegados el caso, sólo se fijara en su parte negativa (que, como todo en la vida, siempre la habrá) y no en su positiva, sobre todo, en su compromiso social, con el más necesitado. Dejando de lado al Follonero, el debate ya se embarcó por esos derroteros, a lo que salieron encima de la mesa ejemplos positivos de tanto la Iglesia como de organizaciones no gubernamentales, asociaciones y demás. Sin darnos cuenta, poco a poco, enumeramos un montón de experiencias positivas en un mundo cada vez más egoísta y sin valores.
O no.
¿No estaremos cubriendo todo lo bueno que hay con la oscuridad de lo negativo? ¿No estará el mundo necesitado de que se cuenten las prácticas positivas para contagiar al resto?
Yo creo que sí.