Hay una pregunta utópica que me acompaña, revoloteando en mi conciencia, desde hace un par de días: ¿Y si nos ofrecieran la posibilidad de acabar ya, ahora mismo, con la pobreza del mundo, igualando todas las riquezas de cada ciudadano del planeta?
¿Diríamos sí, aunque nuestros ingresos o patrimonio disminuyeran? ¿Diríamos no, sabiendo que, con ello, condenaríamos a miles y miles de personas de las zonas más pobres?