Ni simpático ni antipático, soy un empático del carajo.
A veces no viene mal. Saber meterse en la piel de los demás, vislumbrar qué sienten, en mi profesión, por ejemplo, es una buena arma. Ayuda.
Pero, sobre todo, es un don en las relaciones personales. Te acerca, te une. Pero tiene su reverso negativo. Igual que te alegras, sufres con las tragedias ajenas. Ay! Egoístamente, cómo desearías en ese momento no ser tan empático!
Yo, de un tiempo a esta parte, intento quedarme en un punto medio, saber marcar un poco las distancias, que todo no te afecte, no ser tan transparente.
Pero la vida hay que vivirla plenamente, si no, no se vive.
Y cuando compartes mucho, recibes también mucho.
Por eso hoy estamos contentos. Mucho.
Benvinguda Núria.