Hoy, por esas cosas que tiene la vida (y que ahora no vienen a cuento), me he hallado, a la hora de comer, leyendo plácidamente en un banquito en Manises, en su plaza de la Iglesia, asín, disfrutando del sol de este veranillo en enero.
En esas estaba, sólo, ajeno al mundo, paladeando un sabroso ensimismamiento, cuando dos abueletes se han encontrado en medio de la plaza, en el transcurso de sus respectivos paseos.
No he podido evitar escuchar atento a toda la conversación, disfrutando de una antología de «abuelaes» típicas valencianas.
Ya saben, aquello de: «Xé Pepe on vas… Ja se sap si juguen dissabte o diumenge… Quin temps més boig… Hui fan uno bó en la Sexta… I a on vas tú ara… La Copa no se la prendrem enguany…»
Digo lo de les abuelaes, porque cada uno ha llevado una conversación distinta mientras se hablaban. Uno mirando al campanar, otro observando el banco donde se aposentaba. Pero, oh milagro, han seguido charrando como si nada, porque, por algún extraño conjuro lingüístico, se entendían.
Yo estaba ahí en medio de los dos, fascinado ante la estampa, cuando, de la misma forma casual que se han encontrado y han entablado la convexa conversación, se han separado, sin mirarse, uno sentado a mi lado murmurando solo y, el otro, andando, calle abajo, con la mirada perdida.
Cuando el silencio se ha hecho presente, juraría, aunque no estoy seguro, que se ha escuchando, al final de la calle, un suave adiós, como despidiéndose del imaginario tendido.
Yo he continuado allí quieto, en silencio, casi incorpóreo como los rayos de sol que aterrizaban en la plaza.
Entonces, el otro abuelete se ha levantado y mirándome como si acabara de descubrir que estaba allí a su lado, con ojos pillos me ha susurrado: «qué serían de los paseos sin estas buenas paradas».
Y se ha marchado sin darme tiempo a responder.
3 respuestas a “Convexa conversación”
Olé!
Qué bueno!
Como diría Tomás Guasch… «me estoy mojando».