30.000 km
El mejor lugar donde escuchar música es en el coche. La frase no es mía, es de @santi.miquel. Una noche sonó el teléfono en la White House: “Bajad a la puerta de casa”. Nos subimos a su coche y, dando vueltas, escuchamos la primera mezcla de aquel disco de Groovettes donde grabé unas palmas pero no me hizo famoso.
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Últimamente somos como una parodia de “Paseando a Mrs. Daisy”. Por el camino solemos hablar de música. Él asegura que “El viaje de Copperpot” y “La ley innata” son los mejores discos de la historia. Yo le sigo la corriente. Todo para que le dé una nueva oportunidad a Love of Lesbian y, sobre todo, para que no me haga rabiar con aquello que Quique González y Manu Jabois son la misma persona.
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Mi despacho es la casa del pueblo. Una alumna me ha contado que se está leyendo “Instrumental” de James Rhodes. Voluntariamente. Por placer. Porque sí. Yo no soy pianista. Ni inglés. Ni abusaron de mi. Pero, en cierta manera, la música también me salvó del psicoanalista. Y de muchos accidentes.
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30.000 km al año en la carretera dan para mucho.