No nos enteramos
Los niños de los países pobres ríen más que los de los ricos. Puede resultar paradójico, pero, cuando escucho testimonios de cooperantes o misioneros, siempre escucho la misma conclusión: allí con poco los niños son felices. Y vaya como ríen.
Quizás sea cuestión de aspiraciones y (por tanto) de frustración. Quizás la felicidad no está tanto donde creemos. Quién sabe. Pero, cada vez reímos menos. Y nos enfadamos más. Porque nosotros, los mayores, en occidente, ay, seguimos discutiendo la forma y no el fondo. Miren, si no, el Congreso. Y Twitter. Y el último chascarrillo del mercado. Nos obcecamos. Nos hierve la sangre en seguida. El dimoni se’ns posa dins y perdemos la perspectiva, las formas, las razones, el sentido común. Y lo echamos todo a perder.
La ignorancia es muy atrevida, desde luego, pero más el mal humor.
No nos enteramos. Seguramente todo sea más sencillo.