Yo creo que nos pasa a todos. Pero no lo reconocemos.
Tal vez en mitad de la tertulia de la cena, tras una de las infinitas bromas, mientras preparamos la comida, dando brincos por algún lado o desfilando, mirando hacia atrás el gran batallón.
Da igual. Pero sé que les ocurre a todos. Ese momento.
Nos quedamos en silencio y miramos alrededor.
Y, sin que nadie se percate, sonreímos.
Y pensamos: “Joder, qué suerte de estar aquí”.