Quien me conoce, sabe que soy mucho de dividir aquello del espacio-tiempo en etapas. La vida tiene ciclos. Miro atrás mi vida, medito sobre el presente y posible futuro y creo identificar mis propias etapas. Fragmentos de tiempo en los que te dedicas en cuerpo y alma en una serie de proyectos y/o que vitalmente te sientes con un espíritu concreto. Las etapas. Hay que intuir cuando empieza y acaba una.
Por eso me fascina tanto Sidonie. Han sabido reinventarse en cada trabajo. Del inglés al castellano. Del rock salvaje a la bohemia. Han cruzado de la psicodelia al pop perfecto para volver luego a sus orígenes y acabar, en 2014, con su nuevo disco «Sierra y Canadá», en un trabajo lleno de órganos vintage y samplers ochenteros. De nuevo, se han atrevido a dar un salto adelante. No les ha importado arriesgar, probar nuevos palos, adentrarse en nuevas sonoridades sin miedo a perder a parte de su público.
El miedo no debe surgir por iniciar nuevos caminos sino por estancarse en el mismo.
En la música y en la vida.