Pasada la vorágine de la emisión de Salvados y el regreso de la multitud a la Plaza de la Virgen, pregunté a una fuente más que fiable qué necesitaba la presidenta y la AVM3J para dejar de manifestarse, para dar por curada la herida pública. La respuesta me llegó rápida. Y me convenció. Entendí su necesidad de no cejar en la presión de la misma forma que sigo comprendiendo a quien decidió no saber nada del asunto.
Esta tarde mismo nos hemos merendado la reapertura (parcial) del caso y, no se engañen, hay quien se alegra como quien no cree en el caso. Ya saben, la consecuencia de la politización de la justicia es que ya hasta dudemos sobre qué es lo justo.
Cada uno tendrá su opinión, como yo mismo la tengo (si no le gusta, tengo otras, como diría Groucho Marx), pero, por una vez, seamos consecuentes, olvidemos guerras civiles, en unos tiempos tan nublados en como los que vivimos, nos merecemos la posibilidad de creer en la justicia, de creer que hay limites a las malas conductas, que los actos aun tienen responsabilidades.
Sea quien sea. Caiga quien caiga. Por el bien de todos.
Por nuestro futuro.