El fútbol. El dichoso fútbol. El bendito fútbol. El problema es de quien se lo toma demasiado en serio. Pero, también de los que lo ven como algo vulgar. El fútbol es deporte, pero también pasión y, ya se sabe, esta no entiende de razón. Y así somos los seres humanos, viscerales, muy de tirar del corazón, así que no se extrañen que el juego de chutar la pelotita sea de lo más universal. Nos evade, nos entretiene, nos ilusiona. Vale, nos cabrea también. Pero qué mal tiene esto. Ninguno. Y sí. Esquizofrenia. En una semana hemos convertido en héroes y villanos a los mismos. Gajes del oficio. Y también. Los futboleros somos muy pesados. Lo reconocemos. Lo sabemos. Pero no hay vuelta de hoja. Con los años uno aprende a tomarse las cosas con calma. A no quemarse con una derrota y no engrandarse con la victoria. Pero la pasión no se pierde. Tu equipo es tu equipo. Hasta la muerte. Porque el fútbol no se olvida, no se abandona. El fútbol. Ay, el fútbol. ¡Viva el fútbol!