No me lo podía creer. Como cada tarde, camino de la Funda, iba escuchando los podcasts que me descargo diariamente (bendito invento!), cuando anunciaron que en El Gabinete de «Julia en la Onda» iban a conversar sobre las vocaciones sacerdotales. Vaya. Me restregué lo ojos (deberían haber sido los oídos) y, comprobé, que no era ninguna interferencia, que va, que iba en serio: ¡Hablar del sacerdocio en una radio generalista en horario de máxima audiencia! ¡Toma tú! ¡Ni que fuera la Cope!
Uno que es creyente, católico, practicante y comprometido, todo de un tirón, le parece un tema interesante. A los guionistas del programa también. Listos ellos, aprovechaban el contexto del Día del Seminario y el reciente spot publicitario de la Conferencia Episcopal para introducir a los tertulianos (Julia no intervino, «no le acontecía») que trataron el asunto con seriedad y bastante amplitud de miras. Datos, opiniones bastante razonadas, diferentes puntos de vista… Todo bien. Bueno, no. Eché en falta la opinión de un sacerdote (es tan obvio que tira pa’ atrás), pero, ay amigos, la tertulia es la tertulia. Más tarde, ya escucharíamos a uno, en el turno de llamadas, junto al padre de dos seminaristas. Obvio (ahora sí) que fueran los primeros en llamar.
En general, cada uno sacará sus conclusiones (si pinchan aquí, sí, sí, aquí, podrán escucharlo), pero creo que no fue un mal debate.
Son los sacerdotes personas valientes y de una gran vocación. Les tengo en alta consideración. Un compromiso envidiable. Pero, como persona crítica, la Iglesia es también una institución necesitada de algún retoque. El debate nunca es malo.
Otro asunto es como la Iglesia y el sacerdocio se ha sabido vender en los últimos años. Qué lástima, tantísimo bien y tan poca publicidad.
Ese es otro debate, pero no les vendría mal reorientar su plan de comunicación.
Si no saben quién, yo se lo dejo barato.