Uno se cree que, conforme van pasando los años, las preguntas dejan de surgir y empieza el momento de las respuestas. Por fin! Ya nos toca alcanzar la eterna sabiduría! Pues no. O al menos, aun no me ha llegado la hora de ese estadio superior donde todo cobre sentido. Seré más joven de lo que creo. Seré más necio de lo que pensé.
Las cosas importantes (Ay, las cosas importantes!) creo tenerlas cada día más claras. O no. Porque siempre surgen preguntas, dudas, incertidumbres. Mirando a mi alrededor estos últimos días, uno no puede dejar de cuestionarse la fragilidad del ser humano. Es duro reconocerlo.
Por suerte, uno no deja tampoco de perder la esperanza. Siempre hay razones para el optimismo. En estos días también he visto reacciones que confirman que hay respuestas, que podemos conseguir no perdernos en lo superfluo y valorar lo importante.
Pero, entonces, me pregunto otra vez, ¿Qué es lo importante?
Averiguarlo es alcanzar la eterna sabiduría.
Y dormir muy tranquilo.
2 respuestas a “La eterna sabiduría”
Yo ya no tengo claro casi nada. Y dudo de lo que antes no dudaba.
Es natural. Hasta Él dudó. No lo olvides. Supongo que allí está la grandeza, que hay que tener fe, creer en lo inexplicable y no desear «nuestras» respuestas.