Soy una persona de sueño ligero. Todo lo contrario que mi Santa, poseedora de un sueño automático. Pese a este contraste, llevo una temporada (aproximadamente, desde el 14 de mayo) durmiendo mejor que nunca. Una especie de serenidad general bloquea cualquier perturbación mental. Es decir, las preocupaciones se quedan para el día siguiente.
Pero, a veces, estos nuevos superpoderes fallan.
Y en esas estaba yo el domingo, fallando al sueño: mi Santa durmiendo plácidamente y yo, a oscuras, dándole vueltas a esos pequeños problemas de la vida. De repente, mi Santa se incorporó, miro a su alrededor, pronunció un idioma extraño (juraría que arameo), se me acercó y me dio un beso en la mejilla.
No hizo falta nada más.
PD. No se lo he dicho, pero mi Santa habla por los codos cuando duerme.