Dicen los científicos que el ser humano tiene unas 100.000 millones de neuronas. A primera vista, me parecen muchas, pero claro, si son tan pequeñitas como también señalan los galenos, pues sí, deben ser tantas las células que nos ayudan a repartir la información de nuestro cuerpo a base de impulsos nerviosos.
Como que no soy dado a esas sustancias tóxicas que van fundiendo las neuronas antes de que la vejez ya se encargue de esa tarea, las mías están bastante bien entrenadas, están muy activas, sobre todo, porque igual valen para un roto que para un descosido. Son polifuncionales, oigan. Si no, quien les escribe no sería capaz de compartir en su cabeza tanta variada cantidad de información sin que se acerque a la locura. Si es que, como bien cantan los de Señor Mostaza, somos poco prácticos, reconozcámoslo, porque en vez de repartir racionalmente las mil historias que siempre nos amenazan, pues mejor acumular todo a la vez, claro, como buenos capullines, para que, tras el agobio inicial, nuestra cabeza pueda demostrar que sí, que está infravalorada, que habitualmente la usamos menos de lo que deberíamos.
Las neuronas. Benditas neuronas. Ellas me ayudan a sobrevivir, a ser una persona ociosa, a repartir en mi cabeza sitio para todo, para nuevas webs, premios radiofónicos, inauguraciones de pádel, planes comunicativos, para cursos, memorias, para revistas número 100, CPP’s, grupos-de, aniversarios felices, para 40 cumpleaños juniors, fotos antiguas, lista de educadores, acampadas, dies arxiprestals, previsiones varias, para tareas comilitonas, papa, mamá, fillol y otros sobrinos, a mi sufrida Santa, para no descolgarme mucho con las series, con los libros, con las pelis, a que vuelve «Perdidos», al estreno de «Damages», a Buenafuente, a la muerte del Chema el panadero de Barrio Sésamo, para mi valencianismo deprimido, la final de Copa, para poder actualizar diariamente esta miopía…
Y, claro, al final, tanto usar las neuronas sin parar que necesitan un descanso y acabas adicto a a jugar a ir probando, poco a poco, cada fin de semana por partida doble, todas las cervezas de la carta del St. Andrews. Pero sobre todo, allí, adicto, a las delirantes conversaciones nocturnas con Gera, Miriam, mi Santa y resto del grupete.
Lo peor (o mejor) de todo es que, pese a tanta actividad y tanta queja, lo llevo bien y feliz,
Qué cosas tiene la vida.
Qué poco prácticos somos.
PD. Como ven por las imágenes que adjuntan la paranoia de hoy, la bola del 40 aniversario juniors sigue creciendo. Llegan nuevas fotos y novedades. El lunes más noticias. Eso sí, si salgo vivo en la foto de abajo, del ahorcamiento entre lloros de Ximo Andreu. Como ven, al lado, Luis Lorente no lloraba ese día.
CANCIÓN PARA ESCUCHAR: Kamikaze (Amaral – Gato negro, dragón rojo)



2 respuestas a “Neuronas”
La carxofa!!! No m’enrecorde de a quin sant hi havia una carxofa a Vizcota, però jo recorde haver cantat allò de «som som som els carxofers…» o algo per l’estil, adorant a la carxofa, jajajaja…
Yes, I do. Ningú ho sap. Bueno, no ho sabem els que erem nanos en eixa época, només recorde que la feu Javi Andreu i que era tot un símbol.
El dia 31 de maig, sabrem el per què de la carxofa…