Miope

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Ya pasó la nochevieja. Celebración que nunca me gustó por su altísimo contenido de «fiesta porque sí», pero que, como ser sociable que uno es, asume este día con las dos únicas condiciones de que me salga baratu, baratu y me la coma cerca de casa para dormir cuando me canse. Porque, eso sí, el día 1, ya se sabe: el día fantasma, el día que no existe.

Y como no me agrada mucho, tampoco pienso dedicarle mucho tiempo.

Cena agradable con los amigos, un par de burradas en el bajo, uvas en la plaza de la Iglesia (jejeje, con los suegros y mi primo el cura entre otros), cubatillas de tranqui, reducción del grupo a 4 (pero muy bien llevados), bailoteo en el Mercat (genial la orquesta), reiteradas visitas a mear y risas en el piso anexo de mi Santa, aumento a 6 el grupo, asombro de esos camareros cincuentones, unos churros y a dormir.

Paso de contar más. Es nochevieja. Prefiero gastar el dinero y las fuerzas en otros menesteres.

Y eso, que ha sido de las más gratificantes.