Silencio

El viernes realicé un experimento sociológico que supuso todo un éxito. Su procedimiento consistía en actuar con el prójimo según el trato recibido. Mi hipótesis pretendía comprobar que, cuando a uno le pagan con su misma moneda, cambia su manera de ver la situación inicial. Por eso, la experimentación fue tan simple y tan sencilla como ignorar a quien durante demasiado tiempo me había ignorado. Y funcionó. Vaya si funcionó. Pruébenlo. Quédense ustedes en silencio, sentados, durante 20 minutos ante una clase entera de adolescentes y desdeñen, sistemáticamente, sus preguntas, dudas, ruegos o clemencias. Ni les miren. Nada. Ausencia total. Ante la variable de que los sujetos que no le ignoraron se sientan mal, ustedes sean fuertes, la lección no va con ellos pero forman parte del colectivo a estudio. Sigan en silencio. Al poco tiempo, verán, como, poco a poco, quedarán todos en silencio. Un incómodo silencio.

¿La explicación?

Nunca a nadie le gustó aquello del ojo por ojo, diente por diente.

¿La lástima?

Que los mayores no rectifiquemos tan rápido como ellos lo hicieron.

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