Siempre se consideró una persona curiosa. Así que abrió la puerta. Era muy extraño que estuviera entreabierta.
Tan oscuro estaba el umbral que, asustadizo, cerró al instante sin percibir que el gato de la vecina, más curioso aun que él, asomaba la cabeza. El felino quedó encajado.
La curiosidad mató al gato.