Aunque últimamente no hay manera, si se me pone a tiro tras la sobremesa el hecho de siestear, me lanzó a ello de cabeza. Por encima del descanso en sí, en mí tiene el poder de la desconexión. Bendito reseteo. Afrontar el resto del día con la mente despejada. Como volver a empezar.
Pero lo de la desconexión no es sólo cuestión de siestas. El ser humano, fíjense, necesita temporalmente desconectar. Evadirse. Tener la cabeza en otra parte. Pasar del mundo. Que se pare si quiere.
Y en eso estoy. Por temas de convenios, tengo dos días libres (bueno, semi-libres), así que este fin de semana se me presenta de cuatro días.
Genial. Aprovecharé para cerrar ciertos proyectos y deberes pendientes, pero, sobre todo, para desconectar.
Desconectar.
Clic.