Los despistados necesitamos ser ordenados para sobrevivir. Si no, lo tenemos crudo. Triste final el morir ahogados en un mar de olvidos y asuntos inconclusos.
Pero con las ideas es el colmo. Como decía aquel, las musas son muy putas. Se aparecen en cualquier momento, cuando menos te lo esperas. Incluso en vigilia, en esa difusa fase previa al sueño profundo.
Soy proclive a tener la cabeza llena de ideas y proyectos. Bueno, de esbozos. Pero, como vienen, se van. Se me olvidan.
Para impedirlo, tengo una libreta llena de garabatos, borradores y apuntes diversos. Un caos ordenado de planes.
Atrapo como puedo las ideas y las dejo madurar. Espero el momento adecuado de ponerlas en marcha, de concretarlas.
Porque ese es mi gran mal en los tiempos modernos: nunca poder abarcar todo.
Tener muchas ideas y poco tiempo, pocas oportunidades puede ser frustrante.
Bendito despiste. A veces no viene nada mal olvidar.