Reconózcamoslo, somos fotocopias andantes.
Nos pasamos la vida copiando, siempre intentando imitar, repetir aquello que funciona, que gusta. Morimos por ser como el otro. Seguro que debe de ser uno de los rasgos mejor grabados en nuestros genes (y en el de los monos): copiar.
Ocurre en todas partes y edades: lo veo en Guillem-ito repitiendo palabras y gestos y lo compruebo en los adultos acercándose al árbol que mejor arrima, las adolescentes siguen cualquier moda, rodean al carismático de la clase y copian el examen del más inteligente, ante el ordenador intentamos «copiar y pegar» para no teclear, las series españolas imitan a las americanas, los nuevos número 1 de los cuarenta principales al anterior triunfador, las novelas de éxito traen consecuéntemente primas hermanas, las películas que venden acaban teniendo segundas y terceras partes, versionamos en el karaoke, contamos chistes como Don Pío, todos hemos probado el regate de cola de vaca de Romario… infinitas repeticiones sin parar.
De pequeño, recuerdo que, sin darme cuenta, imitaba el sonido de la risa de mis amigos, con lo que, cada poco, mi risa mutaba.
Hoy, aun, no sabría decir si me río como yo mismo o como algún conocido.
CANCIÓN PARA ESCUCHAR: El viejo camino de la vía del tren (Duncan Dhu – Autobiografía)
Miope 