La potestad

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En el último suspiro de la miniserie «Generation Kill» que Canal + ha emitido durante las últimas siete semanas, varios de los jefes de grupo de los Marines del First Recon (los más fuertes, los más preparados, los más sanguinarios) conversan en un hangar derruído sobre la diferencia entre iraquíes y americanos. Con su gelida mirada, el Sargento Brad Colbert, mira al resto a los ojos y lo define sin tapujos: «Nosotros tenemos la capacidad de matarlos y ellos no».

En la sencuencia siguiente, en el mismo almacen abandonado, llega el silencioso epílogo: la tropa, viendo las imágenes de su videocámara, se topa con la cruda realidad de que su paso por la guerra de Irak sólo ha servido para sembrar muerte y no la reconstrucción que creían. Poco a poco, abandonan la visión de las imágenes desconcertados por al absurdo de su violencia y la clarividad de su papel de asesinos.

Igual ocurre con el asesinato de ayer de Ignacio Uría en Azpeitia, con todos los anteriores de ETA, con la violencia machista, con las guerras injustificadas, con tantas y tantas muertes a manos del ajeno: la diferencia entre al asesino y la víctima es que el verdugo cree tener la capacidad de matar, de quitar vidas en pro de un objetivo final. Pero esa potestad es falsa. Nadie tiene ese poder.

Por eso, los marines de la serie, al revisar su sangriento paso por Oriente Medio, pasan de las risas de los primeros fotogramas a la desolación conforme ven las consecuencias de sus actos. Aunque sea al final, son conscientes del error de planteamiento de «su» guerra.

Por eso, hoy, al ver las imágenes del atentado de ayer, lo más horroroso es pensar que el conflicto vasco nunca acabará hasta que los asesinos no sean conscientes de que esa potestad de matar ni les pertenece ni les servirá para nada. Sólo el diálogo.

Por Dios, cuándo se darán cuenta…

CANCIÓN PARA ESCUCHAR: Black mirror (Arcade fire- Neon Bible)

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