En esto de los blogs y las redes sociales, a veces mi Santa y yo tenemos un punto de vista divergente sobre a quien uno se enfoca cuando decide escribir. Mientras ella lo ve más como una ventana al mundo (y al contacto con gentes guays, le añado yo), el miope que teclea ahora siente más tejer un red entre conocidos. Quizás sea por mi vocación periodística más local que de grandes audiencias, pero no me interesa demasiado que mis visitas sean, por ejemplo, de un modernillo internauta de Bilbao que tiene un grupo de música de lo más cool.
Pero esta afirmación tiene una contradicción. Como que la cultura bloguera aun está en estado embrionario (tanto para los que escribimos como para los que leéis), no es de extañar que aun me sorprendra y sonroja cuando me comentan «ayer te leí». No porque me avergüence el hablar (escribir) en público, que ya ves tú a estas alturas de la película, sino por la posibilidad de contar más de la cuenta y exponerme demasiado. Y, encima, libremente.
Y es en esos momentos cuando uno se plantea si sale rentable tener este espacio abierto.
Compréndalo, es fácil leer de los demás pero muy difícil escribir de uno mismo.
Pero no me rindo. La honestidad hoy en día se vende cara y yo nunca me escondido en ninguna de las facetas de mi vida. Además, no sé decir mentiras.
Así que, tras esta autoreflexión a bote pronto, sin digerir, sin haberla planificado, en plan Honestidad Brutal de Calamaro, haré borrón y cuenta nueva y seguiremos con la miopía cada día como un ejercicio de escritura, de diario de bitacora o vaya usted a saber que es esto.
Si, al final, le he cogido cariño.
CANCIÓN PARA ESCUCHAR: Brainstorm (Arctic Monkeys- Favorite worst mistake)

