Sí, amigos. No hay montaña lo suficientemente alta y, sobre todo, fresca, para impedir que más tarde o más temprano acabemos regresando a la gran ciudad. Toda la family vuelve a ser urbanita. Se acabó lo del cochesito de arriba a abajo. Se acabó de dejarnos el sueldo en gasolina.
Y es una lástima, porque echaremos de menos la quietud de aquel bucólico paraje, la brisa de la noche refrescando nuestros cuerpos, el sisear del viento surcando los árboles, los piospios de las golondrinas anunciando el despertar del alba, tralarí tralará… y el careto de los pintores apalancados todo el maldito verano, los restos de la reforma hecha en invierno, los del ONO taladrando y aislando nuestras calles, esquivar las obras del AVE cortando los accesos… es la magia de la montaña.
Hasta el verano que viene.
CANCIÓN PARA ESCUCHAR: Hey you (Pink Floyd – The wall)

