Sigamos con las leyendas

Como que en capítulos anteriores, «Carrer Major» también ha recordado un par de leyendas urbanas que, alguna vez, han recorrido nuestro pueblo, seguiremos hoy con el tema y añadiré dos historias más que me vienen a la cabeza (aparte de un par de bonus track del libro de rumores que compré hace algunos años).

Como no, para empezar, uno de los más famosos «me han dicho» que siempre he escuchado versa sobre cierta farmacia de Torrent (muy arraigada en el casco antiguo) de la que se comentaba que no vendían preservativos por causas religiosas.Entre mi grupo de amigos, la historia alcanzaba más tintes verdaderos cuando en una ocasión interrogó desde el mostrador a uno de nosotros para qué quería las jeringuillas que pretendía adquirir en su establecimiento (no le contestó y se marchó, pero eran para inyectarse no se qué historia para culturistas).

Tiempo después, tuve la oportunidad de consultar el hecho con uno de sus propios dependientes y me aseguró que era falso, allí se venden condones. Para rematar la jugada, años después lo corroboré directamente con su propio hijo, lógicamente desconocedor de la leyenda.

Otra leyenda urbana que hace poco recorrió (más bien, electrizó) a los escolares torrentinos fue aquello de «La sonrisa del Payaso» sobre unos latin kings que supuestamente te asaltaban, rodeaban (en nuestra ciudad, en Las Américas), pegaban y, de regalo, con una hoja de afeitar te cortaban la comisura de los labios dejándote esa extraña cara de joker.

Como en estos temas, todo es cuestión de paranoias y sugestión, viví en primera persona como dos niñas me lloraron una tarde en juniors porque a su «prima» le había pasado (los más pequeños pasan de «un amigo de mi vecino», sino directamente la invención va a un familiar bien cercano). Evidentemente, esta leyenda es más universal porque si consultan en internet verán que ha recorrido los últimos años otras capitales como Madrid, Barcelona o… Cuenca.

Leyendas urbanas torrentinas ahora, de sopetón, no me vienen más en la cabeza, así que pueden dejar aquí ustedes otras que recuerden. Mientras, aprovechando que he encontrado ese archivo del juego de campamento que les comentaba (con algunas más universales y un poco adaptadas para la infancia), les adjunto un par de leyendas urbanas buenísimas:

“El pedo en la oscuridad»

A mí me gustan muchísimo las alubias estofadas, pero ya sabéis, producen unos inmediatos y enormes pedos. Un día conocí a una chica y me enamoré de ella, así que hice el sacrificio de no comer más alubias, porque ella era tan dulce y delicada que no soportaría ese comportamiento tan asqueroso.

Ya casados, un día volviendo de trabajar se me estropeó el coche, así que tuve que volver andando a casa.
Curiosamente, pasé por un bar donde el menú del dia tenían alubias estofadas. No me pude resistir y me comí tres platos enteros, ya que como aun me quedaban varios kilómetros hasta casa, me iría liberando tranquilamente de los apestosos efectos de las alubias.

Cuando llegué a casa, mi mujer estaba agitada y nerviosa y me dijo: “Cariño, esta noche te he preparado una deliciosa sorpresa para cenar”. Entonces me vendó los ojos y me hizo pasar al comedor a ciegas. Me senté y cuando me iba a quitar la venda, sonó el teléfono, con lo que mi mujer me dejó en el comedor con los ojos vendados con mi promesa de no quitarme la venda. Aprovechando la oportunidad, basculé sobre una pierna y me tiré un ruidoso pedo y luego abaniqué con la servilleta. Al minuto me vino otro y luego otro y otro, y uno que fue de auténtico campeonato.

Oí que mi esposa colgaba, así que abaniqué con más fuerza y me quede quieto como si no hubiera pasado nada. Al entrar mi mujer, me preguntó si había mirado y yo, naturalmente, dije que no. En ese momento, ella me quitó la vena de los ojos y ví la sorpresa: sentados en la mesa estaban callados los doce invitados de la cena de mi cumpleaños.

“La mano lamida”

Yo antes tenía una perro que siempre dormía debajo de mi cama. Cada vez que quería asegurarme de que todo iba bien en la casa, metía la mano debajo de la cama y si “Bobby” me lamía la mano era que todo estaba correcto.

Una noche estaba en casa sola durmiendo, cuando oí un ruido, como de un perro jadeando. Metí la mano de debajo de la cama y Bobby me la lamió, con lo que seguí durmiendo. Esa misma noche, más tarde, tuve hambre y bajé a la cocina. Al llegar allí escuché una especie de ”plic, plic, plic” y me acerqué al fregadero, pero lo que goteaba no era el grifo.

Horrorizada, descubrí que había un cuchillo lleno de sangre. Del susto, caí de espaldas y me dí contra el frigorífico volviendo a escuchar el “plic, plic, plic”. Abrí la nevera y me cayó encima mi perro lleno de sangre. Sobre él había una nota que decía: “Los humanos también sabemos lamer”.

“A comer!!!”

Estaba recién casada, así que al no tener mucho dinero, mi marido y yo viviamos con sus padres. Era una casa pequeña y teníamos poca intimidad, pero, por lo menos, ahorrábamos para nuestro futuro hogar.

Una noche, mi suegro estaba trabajando en turno de noche y mi suegra estaba de visita en casa de su hermana, así que yo y mi Pepe estaríamos solos por un día para hacer y decir lo que quisiéramos. Mi marido llegó de trabajar, mientras yo estaba en la cocina encerrada enfrascada en una gran cena. Cuando acabé de
prepararla, Pepe aun estaba en la ducha, así que toda provocativa entré en el cuarto de baño, metí la mano entre la cortinilla de la ducha y dándole un tirón a la pilililla dije cantando: “Ding, dong; la cena ya está liiiiiiiista”.

En ese momento se oyó la puerta de la casa y se oyó la voz inconfudible de mi marido gritando: “Mercedes ya estoy en casa”. El pene que tenía en la mano era el de mi suegro, que había cambiado el turno de trabajo.

CANCIÓN PARA ESCUCHAR: El malo de la película (La cabra mecánica – Hotel lichis)

Una respuesta a “Sigamos con las leyendas”

  1. La tengo! Allí va una «leyenda urbana» reciente que me varen enviar per mail farà un parell de mesos:

    «PRECAUCIÓN

    CUIDADO EN LOS CENTROS COMERCIALES. No vamos a poder confiar en
    nadie como sigamos así
    Mucho cuidado en los centros comerciales MUCHO CUIDADO, OS
    RECOMIENDO QUE SI OBSERVAIS UN NEUMATICO PINCHADO
    EN VUESTRO
    VEHICULO Y OS ENCONTRAIS EN UN CENTRO COMERCIAL, SOLICITEIS EL
    ACOMPAÑAMIENTO DE VIGILANTES
    Ayer por la Tarde se encontraba una mujer a la entrada del
    Centro
    Comercial Bonaire de Aldaya, Valencia, distribuyendo panfletos a
    todas las mujeres que pasaban por ahí. La mujer, AMANDA PEDRAJAS
    LLORET, había escrito en los panfletos una experiencia que
    tuvo,para prevenir a otras
    tantas. El viernes esta Joven había
    salido a dar una vuelta y hacer algunas compras. Comió en el Centro
    Comercial Bonaire y después se dirigió a su coche. Descubriendo un
    neumático pinchado. Cuando iba a llamar a su casa para que vinieran
    a auxiliarla, se acercó un señor joven, muy bien vestido,
    aparentemente todo un ejecutivo informal en viernes, con ropa
    de marca, portando un maletín y le dijo ‘Tiene un neumático
    pinchado ¿quiere que la ayude?’.La mujer agradeció la oferta. Hablaron
    muy cordialmente mientras el hombre cambiaba el neumático, después
    metió el neumático pinchado y el gato en el maletero, Isabel le
    agradeció profundamente la ayuda e iba a subir a su coche
    cuando el hombre le preguntó si podría acercarle a su coche que se
    encontraba al otro lado del centro comercial. Ella se sorprendió y le
    preguntó por qué su coche se encontraba al otro lado y le explicó que
    había quedado en verse con un socio de ese lado del centro comercial
    y que había tomado una salida equivocada, motivo por el cual se
    encontraba de ese lado. Isabel no quería decirle un no después
    de que tan amablemente la ayudó, pero presintió algo. Entonces ella
    recordó haberle visto meter su maletín en el maletero del coche
    cuando metió el neumático para guardarlo. Le contestó que con
    mucho gusto lo llevaría pero que había olvidado comprar algo, que no
    tardaría, solo le tomaría unos cuantos minutos y que podría
    esperarla sentado dentro del coche pues sería lo más rápida
    posible. Ella tomó su cartera y las llaves del coche y entró
    nuevamente al centro comercial, diciéndole a un vigilante de
    seguridad lo sucedido. El vigilante salió con ella y se dirigieron
    a su coche, pero el hombre ya no estaba. Abrieron el maletero
    del coche y vieron el maletín y llamaron a la Policía Municipal.
    Uno de los policías lo abrió y encontraron unas esposas, celo del
    ancho, cocaína en pasta, unas pastillas llamadas RHUPINOL, vaselina,
    dos móviles robados, varios preservativos, una maquina de afeitar
    desechable, una pistola de juguete pero que parece de verdad y
    una navajita. Vieron en
    la policía un vídeo de la cámara de seguridad
    del Centro, con la esperanza de que ayudara a la identificación,
    resultó ser una toma borrosa y difusa, se reconoce el vehículo,
    se le ve a ella conversando con el joven, cuando él se sube al
    coche y
    cuando ella sale y luego llega con el vigilante. Todo coincide
    con su relato pero no es suficiente para reconocer la cara del
    joven. El sábado por la mañana fue con su marido, a reparar el
    neumático pinchado que estaba en el maletero y no encontraron ningún
    pinchazo, simplemente lo habían desinflado. Eran obvias las
    malas intenciones del hombre, POR FAVOR PASA ESTE MENSAJE A TODOS
    TUS CONOCIDOS, HOMBRES, MUJERES, HIJAS, HERMANAS, ESTO PUEDE SALVAR
    VIDAS… MANTÉNTE ALERTA, NO ACEPTES AYUDA DE DESCONOCIDOS»

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