Qué cosas… Yo que pensaba que los locos eramos sólo nosotros y, resulta, que realmente eramos todos… Si nuestra misión era curarlos, creo que se contagiaron…
Me explico:
Fin de semana en Talayuelas. Acampada con los chavales de juniors. Punto de partida. Han caído en un manicomio donde descubren que sus educadores estan locos de remate (dos tenistas sin pelota, la científica loca, una mujer que se cree perseguida, el plaza, un negro que no lo es, buscadores de ovnis, muñecos que hablan, cesares, viudas negra, otras plantadas en el altar, maquilladoras compulsivas…) para, a continuación descubrir que se han quedado encerrados también ellos por estar enfermos de ciertos males de la humanidad. Hasta aquí, todo normal. Juegos, reflexiones, carreras, risas, etc. El desarrollo habitual de una acampada junior.
Pero, conforme iban pasando las horas y recibiendo sus recetas y pastillitas para curarse, ibamos percibiendo que algo andaba mal, que esos pequeños 120 infantes que campaban a sus anchas por Alta-Lai entre un frío extremo iban comportándose de una manera cada vez más extraña, como si de una competición se tratara para demostrar quien de todos estaba menos cuerdo: Lucas en todas sus facetas (una espada que se rompe y se arregla sola, sus primeros problemillas sexuales…) el compadre Román, el plato se tira al suelo, peticiones por la especies que desaparecen, unas niñas que se golpean la cabeza sobre el techo, otras que mean en una bolsa para no contradecir a Salva, niños enfrentados por las amenazas de «cortar la picha y colgarla en la catedral», el final del bus con Date Movie… una gran cantidad de momentos absurdos que han convertido estos dos días (si bien no habrá sido la mejor acampada del mundo) en una en las que más me he reído, sin buscarlo ni provocarlo, porque lo absurdo acudía a mí, lo absurdo nos perseguía.
¿Y por qué? ¿La excesiva cantidad de sal en la sangre provoca delirios? ¿Acaso no era sal aquello que rebosaba en la comida? ¿Qué elixir de la demencia colocaron en nuestra comida nuestro cocineros colombianos?
Lo investigaremos.
PD. Os dejo aquí un enlace con el youtube. Creo que he conseguido colgar un video que ilustra nuestras correrías de este finde con Quique y Miriam en sus papeles. Al Plaza, sólo lo entenderán los torrentinos. Por cierto, acudir también al blog de mi Santa donde hay otra buena crónica y dos videos más de sus experimentos con coca-cola y mentos.


Una respuesta a “La sal de la vida”
A mí me traumatizó, más que ninguna otra cosa, la gran pregunta: «¿Por qué jugamos a esto de noche y no de día?»