Se casan (I)

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De pequeños, para mí era Laura Fontestad. Tenía nombre y apellido. Todo junto. Esa chica rubia, flaca, espigada, simpática y con su puntito de mala leche era Laura Fontestad. Nos conocimos en el junior y nos hicimos amiguetes gracias a multitud de campamentos. Cuando ir a Vizcota era por tandas de dos años, siempre deseaba que llegara el año de ir con los mayores, más bien, con «las» mayores, con ella y su grupete. Y así fuimos creciendo.

De mayores, la cosa cambió. Ya no era un nombre y un apellido. Era Laura. Sin más adjetivos. Su nombre ya me evocaba directamente a ella. Mi propia Laura. Parece una chorrada (posiblemente), pero significa mucho más. Pasó de ser una persona con su adjetivo a ser única e imprescindible. Sí, he de reconocer que, al principio, era la novia de, la chavalica de Salva (verano del 99: oh sorpresa!!! van juntos!!!), la Perla. Pero fue temporal. En muy poco tiempo pasó a ser ella simplemente, con su significado propio sin necesidad de ser un apéndice de nadie. Ella solita se ganó quitarse de encima tanto apellido como apéndice: Laura.

Del tiempo presente, poco puedo decir. Todo es bueno y si hablo de tí, querida lectora (ahora escribo mirándote a la cara), me quedará el post un poco empalagoso. Por eso, sólo palabras de agradecimiento: por cuidar tan bien de Salva, por dejarte cuidar, por las cenas de los domingos, por llevarme a casa en el coche, por ofrecerme un cuarto en el piso, por el acompañamiento cibernético, por tantas verbenas de moros y tanta parroquia compartida, por no acoger, sino dar amistad a mi Santa, porque la cosa es reciproca, por los bañitos en Cullera, por ese correo donde descubrí que yo no era el «amigo de» sino amigo suyo, por hacerme sentir imprescindible, por querer que sea testigo de la boda y no sólo de Salva (a la mierda, creo que ya puedo decirlo en voz alta), por ser amigos en lo sencillo no de grandes ostentaciones, por emocionarme al escribir esto…

PD. Qué complicado es a veces poner palabras a lo que uno siente, aunque ambas partes ya lo sepan y no haga falta decirlo en voz alta ni demostrarlo. Madre mía. Mañana me toca Salva.

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