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Ya era hora. Ya tocaba. Ja estem en casa.
Por fin, regresamos a Torrent.
Por fin, dejo de ir de acà para allá con el cochesito a cuestas.
Por fin, a pie.
No es que se estuviera mal en la montaña (creo que es el verano que más lo he disfrutado, y eso, que los findes han sido de exclusividad playera) pero cuando cruzas el ecuador de septiembre y descubres que ya trabajas mañana y tarde a ritmo normal, las subidas y bajadas a la civilización urbanita se te hacen más pesadas y siempre estás con la sensación de ir corriendo. Hoy ya no. Desde ayer, se acabó el chalet. A partir de ahora, sólo subidas fugaces, pascuas y, posiblemente, matinales de sábado para relajarme con mis puzzles.
Ahora sí. Ya puedo abrir el otoño y la (bendita y apasionante) cotidianidad del curso (mi cuerpo vive por cursos no por años), volver a okupar las calles, regentar los bares habituales, saludar a la gente, engancharme de charreta con unos y otros (y que tiren el puro por ello), ir de recaos, salir un momento y volver a las horas, dejar a mi Santa en casa y que el retorno a la mía dure solo tres minutillos (y a pie), el ruido y el ambiente de la calle, volver a escuchar campanas desde casa, asomarme a la ventana…
Y, también recuperar mi amado Digital +. Dos meses pagando para nada. Obligándome a bajar a programar el video.
Ayer, primera venganza. Que no se entere nadie, pero hice difusión masiva del Barça-Valencia. Salva, Josema, Miriam, Xavi, mi hermano, mi santa, mi madre (que fas en terra Salva?), mi padre y casi algún invitado sorpresa… vamos, lleno absoluto en casa.
Incluso, a algunos, les tocó en general de pie.
