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Ayer a mediodía, con toda la calorassa del mundo y en plena festividad del Corpus (¿casualidad o coincidencia?), se casó mi primo Emilio. Un día después, puedo asegurar que ya he tocado los dos palos opuestos de en qué se puede convertir toda la parafernalia que rodea a una boda (ojo, estoy hablando de lo que la «decora», no del sacramento en sí). Si hace un par de años flipé con la boda heavy de Tino Comilitó con su guerra de arroz, camisas rotas, chocomarihuana, desvirgación de cervezas… con la de ayer no puedo definirla con que flipara, porque cualquier parecido es coincidencia.
Mi primito y Gloria son cómo son. Felices, tranquilos, tímidos, muy religiosos… y claro, uno que los conoce, sabe a lo que se enfrenta, así que sorpresa poca. Aun así, siempre te queda la duda. Pero pronto se desveló. El primer síntoma fue ya por la mañana: una vez finalizada la sesión de fotos (es lo único que se concedieron), le dio por relajarse tocando el violoncello. Jejeje. Claro, para salir de casa, en la puerta no esperaba a nadie, cuando menos ruido mejor. Los de casa. Lástima que no contara con que en la placeta se celebraba las doce horas del truc fallero…
La misa sencillita, muy sentida, nerviosetes, por favor no nos hagáis muchas fotos, voces que al responder casi no se oyen, etc. etc. Y el banquete, ídem de lo mismo: sin música al entrar, sin brindis, sin que se besen (uno tímido que no coló junto a unos cuantos «viva los novios» que sonaban muy al famoso «viva el paaaaaapa»), sin cortar tarta, sin baile, sin orquesta, sin barra libre… vaya, fue una boda «sin». O «con», según como se mire, con lo que ellos querían.
Para muchos sonara a aburrida, aséptica, sosa, sin chispa… qué más da, fue como ellos querían, a su modo, sencilla, poniendo atención sólo en lo importante. Y me alegro que lo vean así. Para que forzarlos. Ya hicieron bastante con dejarse hacer algunas fotos (digitales, no contrataron fotógrafo para el jalo). Los primos y los hermanos, cómo ya sabemos de que iban los tiros. Pues a la nuestra, de plácida charreta y algunas risas (genial la reaparición del figura de mi primo Diego, más Puig y locuaz que nunca con sus historias, especialmente la de los cinco polis escaldados contra el caco karateka).
Pues eso, que me alegro por ellos. Viva los novios!!!
PD. Siguiendo con su estilo tranquilo, anoche cuando regresaron a casa (mientras les construyen el nidito de amor van a vivir en el piso de arriba mío, donde vivían mis tíos) no hicieron a penas ruido. Ni se notó. Una noche silenciosa. Por cierto, mi madre se ha enfadado por este último comentario mío. No lo entiendo.
