El juego más difícil del verano

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Hace unos días, al guardar el último libro de Buenafuente en mi estantería de libros leídos redescubrí un ejemplar maldito que allí resposa y que hacia tiempo que no me retaba a una nueva lectura. Es «El rompecocos» de Agustín Fonseca (un crack que pirula jueguecillos para Muy Interesante, El País…), un libro-enigma, como reza el título, donde todas, absolutamente todas sus páginas, te retan a resolver acertijos, juegos y claves secretas escondidas en minirelatos universitarios.

Os explico mejor: Al abrir el libro, tienes ante tí una treintena de relatos amenos sobre un par de amigos universitarios y sus peripecias. En principio, nada extraordinario, pero el problema viene al final de cada historia, porque se queda siempre un enigma por resolver. En unas ocasiones es de lógica o de darle al coco, en otras es un juego o pasatiempo parecido. La putada viene cuando descubres que en el libro no están las soluciones al final (allí sólo hay unas pequeñas pistas), sino que se encuentran entre los capítulos. Para saber dónde coño están, debes visualizar el libro en su totalidad y caer en la cuenta de pequeñas frases o dibujos que te dan pistas sobre en qué capitulo se encuentran.

Pero la maldad puede ser mayor aun. Una vez crees saber dónde está la respuesta, el gran hijodeperra del Fonseca la tiene cifrada en diferentes jeroglíficos, números y claves. Eso sí, te regala unas plantillas recortables llenas de númeritos, letras y símbolos para usarlas. Mamonazo. Desgraciao. Torturador. La cuestión es que el libro es apasionante y frustrante en igual mesura. O sea, me tiene desquiciado.

El libro me lo compré en 1995 y, en su momento, resolví sólo los dos primeros capítulos. No daba pa’ más. Lo siento. Desde entonces, en varias ocasiones lo volví a atacar, pero volví a salir escaldado. Un servidor seguía sin dar para mucho. Ahora, once años después, he vuelto a por él y no sé si volveré a dar la talla. Pero prometo dedicarle tiempo y patadas en la pared. Para empezar ya he resuelto un engima más e, incluso, he sabido encontrar la solución escondida.

Ja vorem (diuen els cegos, mami dixit), por ahora pienso atacarlo a medias, pero cuando pase la vorágine de junio y julio (finales de curso, Papa, campamento, moros i cristians y fiestas de Aldaia) espero machacarme el libro. Este agosto, a diferencia de tantos y tantos años de escapas varias, espero pasarlo plácidamente entre el chalet y Cullera. El plan ya está trazado: descansar, aprender a cocinar, leer mucho, hacer videos, maquearme puzzles y alguna escapadita esporádica de finde.

Y, claro, pulirme el rompecocos.

PD. El sr. Fonseca, como no tenía más historias que mover, para este verano tiene preparado el “cuboku” un híbrido entre el sudoku y el cubo de Rubik. Te cagas.

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