Cof, cof, cof…

P.D.«/>

Nota al lector. Ando un poco expeso por la fiebre y la medicación. Perdónenme hoy la falta de gracia o estilo.

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De un tiempo a esta parte, mi madre no para de recordarme que las superestrellas radiofónicas debemos cuidarnos más la voz. Yo le digo que podría asegurarme las cuerdas vocales como ciertos furbolistas sus piernas o las modelos sus caras. Y, claro, ella se me mosquea y me acusa de ser «poco profesional». Lo sé. Aunque me cueste, tendría que hacerle más caso. Llevo dos días sin ir a trabajar. Es la segunda vez, en menos de un año, que caigo k.o. con fiebre y mal de la goleta.

Realmente, no sé esta vez el por qué de mi afección. No recuerdo ningún exceso cercano. Para mí que es la suma de varios factores. Llevo un tiempo anunciando que notaba que mi garganta no estaba como antes y, ahora, me ha salido todo. Y mira que lo intento. Llevo una buena temporada que intento dejar los desfases sólo para actividades juniors, bodas y festes comilitones y, así, el resto de sábados voy de tranqui. Al menos, consigo que mi jefa no se mosquee conmigo los lunes: «Bon cap de setmana, no?»

En fin, dos días y medio después, parece que estoy semirecuperado. Y me alegro, porque lo que llevo peor es el aburrimiento de estar todo el día en casa. Reíros de mis absurdas reflexiones, pero en mis convalecencias vivo en una paradoja constante. Me aburro un montón y, cuando intento hacer algo con un mínimo de intelecto, la apatía y el malestar general me quitan las ganas. De nuevo, regreso al sofá y a zapear eternamente. Ayer me tragué un documental de dos horas y medía sobre Metallica. Viva el heavy.

Qué cosas tiene la fiebre…

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