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Lo que a continuación van a escuchar, supone una confesión en toda regla. Una confesión hecha desde la vergüensa y la humildad. Confesión que ve la luz con el propósito de remediarlo, de ser capaz de superarlo.
Yo confieso: no sé cocinar.
Sí, amiguitos y amiguitas. A estas alturas de la vida, a mis 27 recién cumplidos, si me ponen ustedes delante de un fogón, sólo seré capaz de prepararles un trozo de carne y poco más (mi especialidad sigue siendo la tortilla al microondas). Lo peor de todo, es que me gusta cocinar, me encantaría convertirme en el chef de mi casa y, joer, me apetece aprender, pero no se han dado las circunstancias propicias.
Con el tiempo, he ensayado un par de intentos, pero no han fraguado. Son famosas para mi padre las historias sobre el día que cocinando unes llonganises con un poco-mucho de aceite, prendió la sarten y casi provoco un incendio. Otra vez, en un chalet alquilado en El Vedat (mi madre sufrió una severa anemia y la tuvimos de relax todo el verano), intenté preparar un majestuoso Pastel de Chocolate Royal. Rico estaba, con una forma un pelín extraña, pero nadie se atrevió a probarlo porque usé una batidora rovellada (¿Com se diu en castellà?).
De la última vez que planeé aprender a ser cocinillas, ya no hace tanto, fue en Pascua, retando a mis amiguetes a apuntarnos al «Curso de cocina para solteros» de Aldaia. Nos hizo gracia a todos, pero, al final, como siempre, nos rajamos alegando problemas de horario.
Pero ahora va en serio, chicos. Primero, el verano del ’04 leyéndome el diccionario gastronómico de Ferrán Adrià. Pero, desde que descubrí en la Fnac el Larousse Gastronómico (sí, sí, el que usa Hanibbal Lecter), me he empeñado en ser un día digno (y rico) para comprarlo. Lo he anunciado en casa y mi madre me lo ha soltado claro: «No sé quan, si en estiu no estàs ni dos dies seguits en el xalet». Se equivoca, elaboraré mis menús de degustación y seré la envidia de toda madre y suegra.
Mi padre, el chef de mi hogar, me da esperanzas («a la teua edat jo no cuinaba ni un ou i fixat ara»), pero me avisa que para ser buen cocinero hay que ser paciente, cocinar con tranquilidad y no echarle prisas a las ollas y sartenes. Siempre me pone ejemplo al ex-alcalde de Aldaia y amigo personal de la family, Enric Luján. Es un máquina cocinando, pero lo hace con una parsimonia que no veas.
Ahí debe de estar el truco. Relajasión antes del fogón.

2 respuestas a “Todos contra el chef”
Se dice «oxidado»… Será cuestión de esperar un tiempo antes de decirte que nos invites a comer…
Oyeeeeeeee… os puedo invitar, pero cocina otro…