L’Aurora

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«Carles, vine cap ací, tenim que demanar-te dos favors: un comunitari i altre personal».

Poco inocente frase y ingénuo acercamiento el mío, pero, así, era captado el pasado domingo para acudir a una de las tradiciones más emblemáticas de la cultura torrentina, pero que a mí me cuesta: El rosari de l’Aurora. Lo del dolor tiene una patología clara: hay que levantarse demasiado pronto. Exactamente, antes de las seis de la mañana, momento en el que empieza a sonar ese bom-bom-bom y las primeras notas de aquel famoso «qué alegría, que amanece el día».

Para los menos puestos en el tema, sólo mencionar que l’Aurora es una modalidad de rosario público que se extiende por toda la geografía valenciana desde el siglo XVIII. En su vertiente torrentina, se sale por las calles a entonar la llegada de un nuevo día cantando coplas a la virgen los domingos y festivos desde la Purísima hasta el día de Reyes. El día de Navidad marcará un cambio de ciclo que se nota tanto en letra como música (todos vamos con panderetas, mi padre a los 18 me regaló una ¿tendré que hacer yo lo mismo con mis hijos?).

A diferencia de mi progenitor, yo, la verdad, no había vuelto a disfrutar una Aurora desde que fui clavario, allá por el ’98. De pequeño, incluso, me daba miedo al oírla desde mi cuarto. Creía que la Santa Compaña venía por mí. Cuando descubrí que mi padre estaba entre sus secuaces, me cagué en toda mi estirpe. No lo niego, me parece una tradición muy hermosa, pero no está hecha para mí (aun así, mi padre no se deja convencer: «a ningú li fa gràcia alçar-se prompte»). Tengo demasiado sueño y cae una rasca más que respetable.

Aunque acudí por encargo de grabar con la videocámara, bueeeeno, es verdaaaad, me lo pasé muy bien y me fui, luego, d’esmorzarot, pero, neng, el mómento del despertador se me hizo muy cuesta arriba. Si casi no estaban puestas las calles cuando salíamos hacia el Convent, jeje, seguro que no ví por poco a los funcionarios colocando las calles, debían de estar por El Vedat que siempre son los últimos (por eso se quejan de los impuestos, jejeje).

Eso sí, una vez levantado y en compañía de doscientas personas (niños, jóvenes y adultos), no pude más que disfrutar viendo a los curas salir al balcón, robando en el avituallamiento en l’Ajuntament y, especialmente, con algunas divertidas coplas:

«Hermanito que estando en la cama
al Santo Rosario no quieres venir,
puede que cuando quieras no puedas,
mira que hay infierno y hemos de morir».

«Un devoto por ir al Rosario
por una ventana se quiso arrojar
y María la Aurora le dice:
detente devoto y por la puerta sal».

Ya en el ciclo de la natividad hay más perlas:

«En el Portal del Belem
no se crien teranyines,
ja que la Mare de Déu
el neteja tots els dies».

«En el Portal de Belem
no se crien borinots,
abaixen els angelets
i els envien a calvots».

No sólo se canta a la Virgen, hay también sabiduría popular:

«Pastorets i pastoretes
tan sabuts que voleu ser
d’una basella de dacsa
quantes coques es poden fer».

Pues eso. Yo volveré a acudir (y grabar) a la llamada de l’Aurora los días 26 y 6. ¿Te vienes?

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