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Jooooooo… no sé que está pasando, pero se me pierden las cosas.
En pocas semanas he perdido el mando del DVD y el boli de memoria externa. No es que tengan un valor abismal y su uso tampoco es diario. Pero, Neng, ésto no puede seguir así. Un día de estos me dejo a mi Santa olvidada en algún sitio…
Y lo peor de todo es que o mi memoria sufre lagunas o no recuerdo dónde los dejé. Mecagüen la mar. Reviso mis últimos pasos pero no aparecen. Ni siquiera una pista, querido Watson. Ojalá fuera el móvil que con un telefonazo, tiroriro, y ya sabes donde está.
Desde pequeño he sido un despistado de cuidado, me dejo con facilidad las cosas, pierdo cosillas, pero esta vez me ha mosqueado. La vez que perdí el aparato de los dientes (medio dormido lo lancé encima del armario) no estuvo mal, fue una fiesta, bueno… menos para mi madre.
El hit parade de mis perdidas son mis gafas. Me estoy canviando, las dejo en cualquier sitio, voy a cogerlas, «uy, ací no estan», encima ponte a buscarla con cinco dioptrías por ojo, intentando no romperlas.
En fin. Que no lo encuentro. De pequeño me leí un libro de barco de vapor titulado «El forat de les coses perdudes». Un mundo subterráneo donde se almacenan la millonada de pequeñas cosas que el mundo va perdiendo.
Buscaré allí. ¿Alguien sabe dónde está?
