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«Esta noche alguien se va ir con el culo calentito a la camaaaaaa»
(José Ramada en las duchas)
Una de las constantes en el campamento es siempre la risa. Te pasas el día partiéndote y buscándole las vueltas a todo. Es la sal de la vida. Con buen humor las fatigas y el trabajo se llevan mucho mejor, pero, en nuestro caso, a veces borda lo absurdo.
Y es que, en este caso, se confirma mi teoría de que hay un gen asuncionista que pasa de generación. Lo vas mamando. Yo, de nano, fui carxofer, me metí en contenedores (cerrados!!!) para ganar pruebas, contemplé canzoncillos pistacho a modo de bandera, llevé en procesión a Vicenta (su pelo era idéntico al de la Mare de Déu dels Desamparats!!!) hasta convertirme en un trol en 1997.
Tirando guano. En este campamento, un servidor contemplaba con risa contenida (hay que guardar las apariencias) que seguimos sembrando esa semillita cachonda. Carlos Veguer and company se empeñaron en sacar un ficticio muerto en anda al estilo santa companya. Son nuestros pequeños saltamontes, esas masculinas niñas del colegio de la Salle…
El humor es el pan nuestro de cada día y, junto al gen bestia, nuestra forma de ser. Si no, no se entienden los muntonets cuando un chaparrón te jode la estrellada, las proclamas liberadores pro-farruquito, los records mundiales de gárgaras, un monstruo que se viste de puta, agarra de la palanca y tira, los masais, etc. etc.
Punto y aparte es la Tía Che. Es el humor para adultos. Reina fesmos pajes. Ya son años de cachondeo y jugarretas. Algun día ya os enseñaré el video de su zambullida al agua y la posterior salida «Fa. El frescor salvaje del Caribe». Sin palabras me quedé.
