Peaso nivel cultural el mío

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Es la pura realidad. Para que engañarnos. Tengo mi nivel. Sin ser un gourmet cultural que se apasiona por las performances en vivo o por el arte más vanguardista (vamos, que sólo he pisado una vez el IVAM), tengo mi culturilla. Bueno, al menos, en estos dos últimos fines de semana, porque he tenido una vida cultural más que interesante. Sino, apunten alumnos: teatro, música y cine. ¿Qué más podéis pedir?

El domingo 6, mi santa y yo, deprisa y corriendo (somos asín, como dirían Gomaespuma, siempre llegemos justos a todos los laos), nos acercamos a mi Aldaia bi-natal como espectadores a la final de la Lliga d’Improvisació d’Aldaia. Os preguntaréis qué es eso: puro y duro teatro amateur.

La verdad es que por only cinco euretes te arreglan la tarde del domingo (qué perezaaaaa dan) con unas buenas risas y la sensación que estás contemplando el nacimiento de futuros actores. La dinámica es muy sencilla: dos equipos (de escuelas de teatro de la comarca), tres árbitros, dan un tema para ejecutar con humor (por ejemplo: «los fantasmas del Windsor»), a un modo (ejem: «normal», «a lo musical», «como una peli de miedo») y el público que vota tras cada sketch al que más le gusta (aunque la primera votación, tal seres burbuja, nos pilló sacando deprisa y corriendo las tarjetas). Acojona. Tú estás sentado, todo tranqui, y los pobres van improvisando sobre la marcha para conseguir que te partas el culo de la risa. Y lo consiguen. Magistral.

Segunda actividad. El plato fuerte de mi paseo por la cultura fue este viernes en el Castell d’Alaquàs: Quique González.

Sinceramente, casi lloro. Nunca me había pegado tan fuerte un músico, pero es que Quique es increíble. Si no lo conocéis, no sabéis lo que os perdéis. Pero lo más brutal no es que fuera a un concierto suyo (con poca gente, íntimo, rollo acústico, yo casi sin respirar, dentro de un castillo, muy mágico), sino que después, la bomba, estuvimos diez minutos con él conversando y casi me regala su disco nuevo (que sale mañana dia 15 y, por cierto, literalmente, iré corriendo a comprarlo) porque «me habéis caído bien».

La verdad es que yo, a mis 26, no paraba de temblar cuando hablaba con él. El tiempo se detuvo. Y al acabar, en el coche, mi santa y yo no nos hablabamos, eramos un estado de shock viviente. Llegué a casa como un zombi y me acosté. Para qué más. Era feliz.

Regresados a la realidad y tras un sábado movidito con los juniors (joder, cuánta faena para unas paellas), mi tercera actividad cultural fue el cine, «El escondite» con Robert de Niro. Un buena peli de miedo para que se te cojan en los sustos (je,je,je, el viejo truco) y te pases la proyección haciendo cábalas sobre el final y imitando a de Niro «Abogadooooooo, abogadooooooo», mientras llamaba a su hija «Emilyyyyyyy, Emilyyyyyyyy». Semos así de simpáticos mi santa y yo. Le hacemos humor a todo, es más interesante.

Por cierto, sentada a mi lado en el cine había una tía que estaba en el concierto de Quique González y me reconoció («¿Tú no estabas ayer…?»). Quién sabe. Igual también estaba en la improvisación. ¿Me seguirá? Joder, qué miedo.. Abogadooooooooo

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